Aprovechando que María del Mar ha sacado el tema de las revisiones médicas, quiero dejar un par de pinceladas al respecto. En primer lugar el agradecer a la medicina que haya evolucionado en su práctica como para conseguir que el 90 y mucho por cierto de los niños pueda presumir de tener un problema de salud. Y es que ahora todos estamos enfermos, sobre todo si nos hacemos mirar, y antes no estabas enfermo ni mirándote. Soy consciente de que la medicina sigue sin ser milagrosa en todos los campos, pero almenos hoy puedes tener consciencia de que eres alérgico y no es que coges muchos resfriados, o que tienes problemas de visión y no es que seas un vago. Pero aquellas revisiones médicas escolares eran en aquel entonces la sutil diferencia que nos separaba de un tercer mundo pues en aquel entonces no habían tantas visitas de rigor al pediatra, hoy en día, aparte de las pruebas de rigor (apgar y la fenilcetonuria), se debe visitar al pediatra a la semana del nacimiento, momento en que el pediatra hará una revisión completa sobre la evolución del bebé (peso, talla, perímetro craneal, reflejos...) y una exhaustiva exploración física (auscultará su corazón, sus pulmones, etc.) La siguiente revisión será a los quince días, y después una cada mes durante los primeros seis meses, a partir del cual serán cada dos meses.

Gracias a estas revisiones, nos tallaban y pesaban, nos miraban los pies (paqué mirarlos si no dolían), la columna (¿que andas como quasimodo? ¡Tranqui, tronqui! Incluso nos miraban los genitales a ver si estaban en su sitio, por cierto, a mí me daba una vergüenza terrible, y ahora veo a mis hijos saltando en la consulta del médico en gallumbos y pienso que porqué teníamos vergüenza...
Nos miraban hasta la tensión arterial, lo cual era un despiporre. Y ciertamente, todos lucíamos la ropa interior blanca e impoluta que nuestras sufridas madres nos hacían estrenar para la ocasión.
1 comentario:
Yo también recuerdo las revisiones. Había algunos que compartían el pis en los tarritos, por que en ese momento no les apetecía hacer a los otros. En fin saldrían unas revisiones de lo más fiables.
Lo que a mí más me preocupaba de las revisiones era cuando nos sacaban aquellas cartulinas que estaban llenas de puntitos de diferentes tamaños y colores o en distintos tonos de negros. Yo nunca distinguía nada y al salir al pasillo los demás comentaban que habían visto una mariposa o un número o que se yo la de cosas. Yo pensaba en ese momento que la había cagado y que el informe iba a ser pésimo. Pero luego todo era favorable.
Voy a aprovechar para saludar a todos los que últimamente se están animando a entrar en el blog y contar sus historias que son también parte de las de los demás. A ver si poco a poco quitamos la pereza y entre todos reconstruimos este trozo de nuestras vidas que ahora nos parece todavía más importante de lo que nuestro recuerdo alcanzaba a valorar.
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